1.7.07

Tokyo & #8

(Español en comentarios)

Last day in Tokyo

Well, the last day finally arrived and I had so many things yet to do. However, I managed quite well to sort out all my shoppings and last day arrangement. In Shinjuku I visited Kinokuniya, the famous book store, for books and maps of Ogasawara, since I had no idea if these could be bought in the islands or not. I managed to get all the 1:25.000 maps and a couple of good general guides, some of them with names of plants and animals, and their photos, but… all in Japanese. What I didn’t manage to get was a mobile phone. My lack of knowledge on the Japanese mobile phone world and the lack of interest in speaking English of all the shops attendants that I asked in Shinjuku made me give up on the hunting. Having a mobile here is terribly important, but unless you have someone to help you out with choosing and actually purchasing one, you’re lost. So, no mobile for me this time. Maybe a good thing after all.

Once again I visited Takeshiba, the place from where the boat to Ogasawara departured the next day. I checked out the timetable, boarding dock and left my luggage in a “coin locker” overnight so I could arrive at the pier easily on peak time the next day. Inside the pier complex, surrounded by expensive hotels and perfectly designed gardens, I spotted a few tents with bags and personal belongins outside them, which seemed very much the home of homeless people. The first thing that stroke me about this “camp” was that they actually had tents and even bicycles (something you don't see in UK) and the apparent neatness of their stuff, that didn’t appear to be as messy as Spanish “camps”. And of course, it stroke me, as it did many times later, the fact that they were so obvious, right in the middle of a port and business area, the equivalent to the London Docks. This was my first encounter with the super-evident reality of Tokyo homeless people.

On the way back I decided to wonder around Ogikubo a little bit and I found how pleasant and quiet a residential area of Tokyo can be. I loved the quietness of the streets, without car racing and honk competitions and instead, plenty of mature housewifes stopping to catch up with neighbours on their way from shopping and children cheerfully talking while returning home from school.



Last day in Tokyo and last dinner with Maki-chan. We were both really tired so it was an early night. I had had my monthly allowance of sleeplessness in just a few days since Madrid, topped with my first jet lag experience here in Japan. So my body was absolutely exhausted by then. I was also really worried about getting there on time for the boat, since it would be rush hour and I would be pushing my horribly heavy luggage thru the momentous and thick crowd of Tokyo early commuters.

So I went to sleep, half excited with the prospect of the new stage to my adventure and half in need of a rest from my adventure.

2 comments:

pikalpie said...

Último día en Tokio

Este fue mi último día en Tokio, un día de preparación para el gran día, el día de salir en dirección a Ogasawara. Por la mañana, ensayé el camino desde Ogikubo hasta la zona portuaria desde la que sale el barco. La razón del ensayo era por un lado buscar el mejor camino y por otro lado, tener algo de idea de cómo son las horas punta de la mañana en el metro de Tokio, ya que tanta fama tienen. En mi caso, se trataba de moverme en la enorme masa de gente con una cantidad de equipaje absolutamente inhumana, capaz de entorpecer el tránsito y poner los nervios del que la cargue a prueba.

Como ya he contado, no era mi primera vez en Takeshiba; ir allí en mi primer día y pasear tranquilamente por el puerto sin saber que desde ese mismo muelle saldría mi barco fue una de las múltiples casualidades que han jalonado esta aventura. En la terminal comprobé horarios, puntos de facturación y aproveché para dejar una de las pesadísimas piezas de equipaje que llevaría al día siguiente. Para ello vinieron de perlas los “coin lockers” o taquillas que hay en casi todas las estaciones ferroviarias o marítimas.

Cuando terminé de hacer todo eso me dí un paseo por la zona, ya que me encantan los puertos y éste en particular me recordaba in montón a los London Docks, cerca de los que viví hace 8 años. Paseando por uno de los pasillos del complejo, que incluye rascacielos con hoteles de lujo, oficinas, jardines de diseño, etc., encontré lo que parecía un campamento de personas sin techo (ver foto), con sus casetas de campaña, bicicletas y fardos de cosas. Éste fue mi primer encuentro con la realidad más que obvia de los sin techo de Tokio de la cual no es posible escapar en cualquier visita a por ejemplo un parque público. Me llamó la atención el mero hecho de que tuvieran casetas y bicicletas y de que estuviera todo muy ordenado, a diferencia de lo que se esperaría de un lugar semejante en España.

De regreso, decido pasear un poco por Ogikubo y comprobar lo agradable y tranquila que puede ser una zona residencial en pleno Tokio. En la calle se ven señoras mayores parándose a hablar con las vecinas, chicos alegando por la calle de regreso del cole y todo lo que se esperaría de un barrio, pero al estilo japonés. Definitivamente un lugar en el que podría vivir(ver fotos).

Esa noche tocó retirarse temprano, más que nada por que en mi caso el cuerpo no habría resistido más movida. En las últimas semanas había dormido poquísimo y encima arrastraba un jet lag un tanto raro, pero jet lag al fin y al cabo. Y con la expectativa del viaje en barco desde primerísima hora al día siguiente, no me apetecía tirar más de la máquina y descansar lo debido.

Esa noche me fui a la cama inquieto por lo incierto y emocionante de mi nueva etapa en esta aventura. Un viaje a un lugar desconocido a encontrarme con unas gentes completamente extrañas con las que viviría los siguientes 2 meses y medio una vida completamente distinta de mi vida en Europa. Con todo ello, dormí; poco para variar, pero dormí.

pikalpie said...

Último día en Tokio

Este fue mi último día en Tokio, un día de preparación para el gran día, el día de salir en dirección a Ogasawara. Por la mañana, ensayé el camino desde Ogikubo hasta la zona portuaria desde la que sale el barco. La razón del ensayo era por un lado buscar el mejor camino y por otro lado, tener algo de idea de cómo son las horas punta de la mañana en el metro de Tokio, ya que tanta fama tienen. En mi caso, se trataba de moverme en la enorme masa de gente con una cantidad de equipaje absolutamente inhumana, capaz de entorpecer el tránsito y poner los nervios del que la cargue a prueba.

Como ya he contado, no era mi primera vez en Takeshiba; ir allí en mi primer día y pasear tranquilamente por el puerto sin saber que desde ese mismo muelle saldría mi barco fue una de las múltiples casualidades que han jalonado esta aventura. En la terminal comprobé horarios, puntos de facturación y aproveché para dejar una de las pesadísimas piezas de equipaje que llevaría al día siguiente. Para ello vinieron de perlas los “coin lockers” o taquillas que hay en casi todas las estaciones ferroviarias o marítimas.

Cuando terminé de hacer todo eso me dí un paseo por la zona, ya que me encantan los puertos y éste en particular me recordaba in montón a los London Docks, cerca de los que viví hace 8 años. Paseando por uno de los pasillos del complejo, que incluye rascacielos con hoteles de lujo, oficinas, jardines de diseño, etc., encontré lo que parecía un campamento de personas sin techo (ver foto), con sus casetas de campaña, bicicletas y fardos de cosas. Éste fue mi primer encuentro con la realidad más que obvia de los sin techo de Tokio de la cual no es posible escapar en cualquier visita a por ejemplo un parque público. Me llamó la atención el mero hecho de que tuvieran casetas y bicicletas y de que estuviera todo muy ordenado, a diferencia de lo que se esperaría de un lugar semejante en España.

De regreso, decido pasear un poco por Ogikubo y comprobar lo agradable y tranquila que puede ser una zona residencial en pleno Tokio. En la calle se ven señoras mayores parándose a hablar con las vecinas, chicos alegando por la calle de regreso del cole y todo lo que se esperaría de un barrio, pero al estilo japonés. Definitivamente un lugar en el que podría vivir(ver fotos).

Esa noche tocó retirarse temprano, más que nada por que en mi caso el cuerpo no habría resistido más movida. En las últimas semanas había dormido poquísimo y encima arrastraba un jet lag un tanto raro, pero jet lag al fin y al cabo. Y con la expectativa del viaje en barco desde primerísima hora al día siguiente, no me apetecía tirar más de la máquina y descansar lo debido.

Esa noche me fui a la cama inquieto por lo incierto y emocionante de mi nueva etapa en esta aventura. Un viaje a un lugar desconocido a encontrarme con unas gentes completamente extrañas con las que viviría los siguientes 2 meses y medio una vida completamente distinta de mi vida en Europa. Con todo ello, dormí; poco para variar, pero dormí.